jueves, 28 de abril de 2011

Un lote de inescrupulosos

¡Lote de colores!
El otro día, sentado en el patio de la casa y sin nada que mediara entre mi persona y el cielo, comencé a leerle un libro de animalitos a mi hijo, pues me pareció que, aún a tan tierna edad, era mi deber introducirlo a los secretos de este mundo de perros y gatos. 
     "¡Gato! ¡Miau, miau! ¡Cerdito! ¡Oink, oink! ¡Ornitorrinco!..." (¿Cómo hace el ornitorrinco?) Y así fui pasando una a una las páginas, sin darme cuenta de que, poco a poco, el cielo se había ido nublando. 
     "¡Ballena!", fue lo último que logré decir antes de que comenzara a diluviar. Así que, sin pensarlo dos veces, cargué en brazos a mi vástago y corrí a guarecerme bajo el árbol más cercano. 
     Más hete aquí que no llovió durante cuarenta días y cuarenta noches sino sólo durante 40 segundos. Y, para más suerte, este minidiluvio nos dejó un obsequio invaluable: un arcoíris. 
     "¡Ballena!", balbuceó como pudo mi crío mientras estiraba el brazo hacia el arco multicolor. (¿Ballena?) Fue entonces cuando me di cuenta de que el siguiente paso era leerle un libro de colores. 
     Así que fui a la librería más cercana y compré un libro titulado (¡Oh, sorpresa!) Colores. Como suele suceder, se trataba de una traducción del inglés al español. Nada que hasta un traductor principiante no pudiera hacer correctamente, pues cada página contenía a lo sumo una sola palabra, es decir, alguno de los colores y una fotografía de alguna cosa del color en cuestión. 
     "Ven, hijo mío, para que aprendas algo sobre la vida", le dije con un cierto aire de superioridad, y comencé a leer... "¡Rojo!" Y, en seguida, le señalé la vistosa manzana que dominaba el resto de la página. A mi hijo se le iluminó el rostro al reconocer una fruta que tantas veces había formado parte de su merienda. 
     "¡Verde!" Y él mismo señaló la rana de la imagen. "¡Azul! ¡Gris! ¡Amarillo!" Todo iba a pedir de boca. Felices y contentos fuimos recorriendo todo el espectro luminoso hasta que llegamos a... la última página (ver fotografía): "¡Lote de colores!". (¿Lote de colores?) ¡Sí, lote de colores! Aunque no tenía el original, inmediatamente me dí cuenta de que se trataba de una traducción literal del inglés: A lot of colors
     Pero cualquiera sabe (menos el traductor de este libro), que "a lot of colors" se traduce por: "muchos colores", "varios colores" e incluso "una gran cantidad de colores". ¿"Lote de colores"?: ¡no, no y no! 
     Ahora, gracias a este traductor, a este editor y a este corrector de pruebas; es decir, gracias a este "lote de inescrupulosos", cada vez que pregunte: "¿Cuántos colores tiene el arcoíris?", mi hijo me responderá: "Sencillo. El arcoíris tiene un lote de colores".


     Insisto... Aquí no se habla español...